viernes, 11 de mayo de 2012

La planificación es esencial, la ejecución es decisiva


Cualquier proyecto que se desarrolle en cualquier ámbito, no sólo en el de TI, tiene dos momentos cruciales en su ciclo de vida: la fase de planificación y la fase de implantación. Ambos aspectos son las dos caras de la misma moneda. Podríamos decir que constituyen la “teoría” y la “práctica”; por eso, no va a ser posible asegurar su éxito completo si una de ellas falla.


A la hora de tratar un proyecto, y siendo generalistas, podemos afirmar que existen dos posicionamientos o actitudes diferenciadas:

  • Prestar especialmente atención a la fase de definición y planificación del proyecto, y confiar en que la fase de implantación sea la consecuencia natural derivada de tal “impulso”, o bien,
  • el correcto, considerando ambos aspectos con igual dedicación y cuidado.

El primer posicionamiento, sin duda, pone en riesgo el proceso de implantación y, en definitiva, el éxito del proyecto. El segundo de ellos, proporciona mayores garantías, aunque no por ello, está exento de problemas.
¿Cuáles son, entonces, los factores que pueden comprometer el éxito de la implantación? Pues como sucede siempre, no es atribuible a un factor único. No es un fenómeno unicausal, sino que responde a múltiples causas de diferente naturaleza:

  • El propio diseño del proyecto
  • El factor humano

Veamos, a continuación, algunos de los aspectos más significativos que son representativos de ambas:

  • Incorrecta definición del proyecto en general

La definición del proyecto debe asegurar que se dé respuesta a cuestiones tales como: por qué se lleva a cabo, quién va a participar, qué va a hacer cada rol participante, cómo lo va a llevar a cabo, cuándo lo va a llevar a cabo y qué coste real se prevé que tenga. Si alguno de estos aspectos no se define correctamente, es probable que durante la fase de implantación del proyecto sea necesario realizar reajustes para mantener la rentabilidad.
Consecuencias: en la mayoría de los casos, estos reajustes se traducirán en recortes temporales que afectarán a la duración total del proyecto o bien, presupuestarios, que afectarán a la capacidad y calidad de su ejecución.

  • Inadecuada planificación de los recursos necesarios

Los recursos humanos del proyecto constituyen el principal componente a valorar, no sólo por su coste implícito, sino también porque son los ejecutores directos de las tareas previstas, y en consecuencia sintetizan la capacidad de trabajo asignada al proyecto.
Consecuencias: una planificación deficiente comportará la sobrecarga de los recursos existentes y su desmotivación, incrementando el malestar y el riesgo de errores en la ejecución de las tareas asignadas.

  • Ineficacia en la asignación de los roles de mando

Los roles de responsabilidad durante la fase de implantación y seguimiento del proyecto deben asignarse a aquellos recursos que tengan las competencias y aptitudes adecuadas para coordinar y dirigir las actividades de puesta en marcha, y que, así mismo, tengan la capacidad de gestionar posibles imprevistos que puedan poner en riesgo el éxito del proyecto.
Consecuencias: la ineficacia en la asignación de responsabilidades en la fase de implantación y seguimiento del proyecto conllevará problemas de liderazgo, y comprometerá el proyecto en su totalidad.

  • Pocas habilidades de motivación y dinamización de los recursos: inexistencia de una fase de comunicación efectiva

Para que las actividades de implantación se desarrollen de forma eficiente, debe existir una buena comprensión del proyecto por parte de los recursos asignados y colectivos afectados. Esta comprensión no sólo atañe a especificaciones y/o exigencias operativas, sino que atañe también a la comprensión de la necesidad y los beneficios que justifican el proyecto y el esfuerzo requerido.
Consecuencias: la falta de información y las expectativas frustradas, bloquea el proceso de comunicación eficaz. Si no se percibe el beneficio del proyecto difícilmente habrá implicación de los recursos y colaboración para secundar los cambios que el proceso de implantación conlleve.

  • Resistencia “cultural” al cambio

El ser humano es emoción, y su emoción un estado de ánimo que condiciona su comportamiento y, en definitiva su capacidad para percibir, comprender y  aceptar el cambio. Somos presa de la costumbre, de los hábitos y de los anclajes en formas de trabajo recurrentes que nos proporcionan seguridad y confianza.
Consecuencias: como ya se conoce, el proceso de cambio “cultural” pasa invariablemente por diversas fases: sorpresa, resistencia, aceptación (racional y emocional), apertura e integración. No tener en cuenta este proceso “humano” o no tener las habilidades necesarias para gestionarlo, mermará notablemente sus posibilidades de éxito, agregando un gran desgaste durante la implantación y posterior seguimiento.

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