Afirmar que las redes sociales hayan llegado
para quedarse es hoy en día indiscutible. Las propias cifras lo demuestran
claramente: 700 millones de usuarios en Facebook, 200 millones en Twitter y más
de 7 millones para la española Tuenti hacen que el no estar en una red social
sea cada vez más la excepción a la regla. Esta irrupción de las redes sociales
en nuestras vidas presenta nuevos e importantes retos desde el punto de vista
de la privacidad o la protección de datos y la seguridad en general.
La Identidad 2.0 o también conocida como identidad digital, es el nuevo concepto de identidad.
Por definición es el rastro que cada usuario de internet deja en la red como
resultado de su interrelación con otros usuarios o con la generación de
contenidos en portales web y redes sociales. Es decir, estamos hablando de una
consecuencia directa de la
evolución tecnológica y de comunicación,
concretamente del término bautizado como comunicación
2.0.
Los elementos que integran la identidad
digital, y que por tanto permiten a las personas diferenciarse frente a otras
en ámbitos concretos, son los rasgos de identidad o atributos informativos.
Forman parte de estos datos tu nombre y apellidos, la dirección de correo
electrónico, los datos de contacto, las fotografías o vídeos, tu información
laboral, aficiones o incluso preferencias políticas, religiosas o sexuales. En
definitiva, es un rasgo de identidad cualquier pieza de información personal
que forme parte del puzle de la
identidad online.
En general, hay dos categorías principales
que componen tu identidad digital:
- Categoría Profesional – es tu huella profesional y es fácil de entender, se refiere a tu trabajo, tu profesión, tu puesto, y es información que compartes en lugares como LinkedIn, tu blog o el sitio web de tu empresa.
- Categoría Personal – en este caso es un poco más complicado de identificar, cuando pensamos ‘personal’ lo relacionamos tal vez con privado,. Sin embargo redes sociales como Facebook y Google+, hacen que el concepto de vida privada lo sea un poco menos, aun sin ser conscientes de los riesgos que esto conlleva desde el punto de vista de la seguridad y el tratamiento de nuestros datos.
Por tanto es muy importante tener en cuenta que tu identidad digital la
vas definiendo tú mismo con lo que compartes, tu presencia e interacción en las
diferentes redes sociales, blogs, foros, sitios web, etc. El quién eres, es una
pregunta que vas contestando incluso en ocasiones sin darte cuenta, realmente al
final del camino somos nosotros como usuarios quien determinamos a través de la
información que publicamos que tanto de privacidad queremos tener en la red.
Hoy en día ya es todo un habito “Googlear” el
nombre de alguien para conocer quién es, por eso es importante cuidar tu
identidad online.
Es de lógica entonces que nuestra identidad
digital también conlleve una reputación digital, que nos va a ser difícil separar
de nuestro yo. Los problemas se pueden agravar aún más por la propia
persistencia de la información en Internet. Todo lo que se hace, bueno o malo,
queda grabado casi para siempre. Y, asumiendo que Internet se extiende cada vez
más a todos los ámbitos, sin duda este será otro de los aspectos que provoque
que el “derecho al olvido” vaya a ser uno de los caballos de batalla de la
privacidad en Internet durante la próxima década.
Gestionar este término conocido también como Reputación
2.0 para una persona física ya se ha visto que puede ser complicado, pero si
hablamos de una entidad u organización empresarial el tema se complica en
exceso.
Una entidad jurídica tiene, por descontado,
su propia identidad en la red y con ello su consecuente reputación, pero ¿hasta
qué punto está reputación se puede ver afectada por la reputación de un usuario
que en su categoría profesional tenga indicaciones de la entidad para la que
trabaja?
Es algo difícil de evaluar y actualmente también
prácticamente imposible de gestionar sin un adecuado marco de gobierno. Todo lo
expuesto invita a reflexionar en la inminente necesidad de crear procedimientos
para gestión de la identidad digital en el ámbito corporativo con a finalidad
de garantizar la protección de la imagen o reputación.
La solución pasa por controlar mediante la aplicación
de políticas corporativas el uso que los empleados puedan hacer de su identidad
en el ámbito laboral dentro de las redes sociales, para evitar con ello problemas
de imagen sobre la empresa para la cual una persona física presta sus
servicios.
Por eso se debe tener en mente que lo que se
comparta online y firmes con tu persona, tarde o temprano puede ser visto por
cualquiera. Así hay que procurar no compartir nada que realmente no se quiera
compartir con TODO el mundo y que por tanto desde ese momento sea de dominio público.
Se puede afirmar que aprender a interactuar
con terceros y manejar aspectos básicos de personal o construcción de una marca personal puede
convertirse en algo esencial para el desarrollo de la personalidad y el futuro
social y profesional.
Sin duda la conclusión que mejor se adapta al
mensaje que se quiere transmitir es una frase de Julio Alonso, fundador y
Director General de Weblogs SL, una de las principales empresas españolas de
contenidos especializados en Internet donde dice: “Dedicar esfuerzo a construir
tu propia identidad digital ya no es opcional. Es un acto de pura
responsabilidad”.
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